LA TIERRA INCOMPLETA
(inédita)
La realidad, tal como la percibimos los seres humanos, es
irreproducible. Y la realidad tal cual es, no solo es irreproducible, si no que
jamás llegaremos a percibirla. Producir un texto que pretenda representar lo
real, ya sea una pintura, una narración o una fotografía, implica
necesariamente, un recorte y una transformación de esa realidad. El film
documental no es una excepción. El camarógrafo elige qué mostrar orientando la
cámara hacia un sector del campo visible y dejando afuera todo lo demás.
También tiene a su disposición las diferentes técnicas que le ofrece el cine
para transparentar el dispositivo y presentar su discurso como si fuera la
realidad misma.
Una
peli bastante ochentosa
La
película La Tierra (estrenada el 22 de abril de 2007 en el
marco de las celebraciones por el Día de la Tierra[1]
justamente), dirigida por Alastar Fotherhill y Marck Linfield (responsables de
la miniserie Planet Hearth[2]),
con producción de Disney para su sello Disneynature, nos muestra la vida
silvestre al estilo de los documentales que se emitían en los 80s por Canal 13,
en ciclos como Planeta Tierra y La aventura del Hombre: básicamente,
imágenes de animales en su ambiente natural, acompañadas por una voz en off, con el ocultamiento obsesivo del
aparato técnico. Estas películas llegaron a ser tan populares que para muchos
de nosotros la palabra “documental” estará siempre irremediablemente asociada a
la imagen de un tigre devorando un ciervo en la copa de un árbol.
La Tierra
nos muestra la lucha por la supervivencia de algunos grupos de animales a lo
largo de todo el planeta: una osa polar y sus oseznos en el Ártico, una ballena
con su cría en el mar y una manada de elefantes en la sabana africana,
incluyendo brevemente, algunas otras especies que conviven con ellos. Las
imágenes (y los sonidos) son sencillamente alucinantes. Todas las escenas gozan
de una calidad fotográfica impecable: las panorámicas con paisajes
deslumbrantes, los planos de bandadas de aves de dimensiones descomunales, los
cenitales[3]
de las manadas que cruzan la selva y principalmente las secuencias de las
ballenas, son probablemente lo mejor que se halla visto hasta el momento en
este tipo de realizaciones.
Pero,
una vez terminada la fascinación (y la película) notamos que en esta Tierra no
hay desastres ecológicos, especies en peligro de extinción, ni seres humanos.
Apenas se hace referencia brevísimamente al derretimiento de los hielos,
atribuyéndoselo al calentamiento global, y a la reducción de las zonas boscosas
porque fueron las más preferidas por los seres humanos para poblar. Un
extraterrestre creería que somos microscópicos o invisibles.
Las
imágenes y las palabras
Las
imágenes están acompañadas por la voz de un locutor. En la versión original es
James Earl Jones[4], en
la versión en castellano para Argentina es Agustín Pichot (¡!)[5].
Por momentos se siente nostalgia del fallecido Mario Graso (presentador de La aventura del hombre) y de Ernesto
Frith[6],
(el locutor de la voz grave llegó a ser muchísimo más célebre que su nombre).
Suele
decirse que “una imagen vale más que mil palabras”. Lamentablemente no es así,
son las palabras las que dan sentido a lo que vemos. Más allá del valor
estético que pueda tener una imagen por sí sola, la foto de un objeto, un lugar
o una persona solo cobran sentido cuando tenemos la información de eso que
estamos viendo. El retrato de un desconocido es el retrato de nadie, hasta que
averiguamos su identidad. Hace algún tiempo la revista Noticias protagonizó un vergonzoso papelón al divulgar en la tapa
la foto de una persona que presentaban como el hijo del presidente (de aquel
entonces). El error se descubrió, solo cuando alguien que conocía a las
personas en cuestión, salió a desmentir el dato (información que no puede transmitir
la imagen). Es por este motivo que las fotografías son tan manipulables y
necesitan generalmente, estar acompañadas de un epígrafe. Con las imágenes en
movimiento ocurre algo similar: en el cine mudo, una película podía pasar de
trágica a cómica con solo cambiar el contenido de los ínter títulos o según el
antojo del comentador[7].
En La Tierra
es probable que no veamos dos veces el mismo oso, pero el locutor (y el
montaje) fingen que sí y, como todos los osos se parecen, no tenemos más
remedio que creerle. La narración nos cuenta que “papá” oso se perdió buscando
alimento y por eso anda vagando solo, entre bloques de hielo a varios
kilómetros de “mamá” osa y sus “hijitos”. Pero según otros documentales, los
osos (al igual que otras especies como el tigre) no se agrupan en familias
“tipo” como hacemos los seres humanos en el occidente moderno, si no que el
macho se acerca a la hembra para procrear, sin enterarse jamás de que es padre
de unos hermosos cachorritos, a lo cuales devorará sin ningún miramiento, luego
de atacar a su ex esposa, en el caso de que la comida escasee y vuelvan a verse
alguna vez en su vida.
En
cuanto a “mamá” ballena, del “padre” no se tienen ni noticias (dios libre y guarde).
Los elefantes, por su lado, se agrupan en manadas sin líderes y todos los
adultos se hacen cargo, indistintamente, de todas las crías, pero el narrador
sigue viendo “papás” y “mamás” por todos lados. Esta identificación constante
de la vida silvestre con la cultura occidental, llega a extremos irritantes
cuando se asimila a un grupo de delfines que marchan ágil y velozmente, con ¡el
tránsito de una ciudad en hora pico!
La
película tampoco está libre del típico maniqueísmo del cine estadounidense. Aunque
en esta oportunidad, en una forma leve y sutil. Mediante el procedimiento de
tomar a un animalito simpático y generalmente herbívoro como punto de
focalización (la cámara lo sigue haciendo que nos identifiquemos con él) se
convierte al depredador carnívoro en el “malo”. Sentimos pena por la cría de
gacela apresada por un chita y por los elefantes atacados por los leones, salvo
excepciones como el caso de “papá” oso, cuando en una de las escenas finales
ataca a un grupo de morsas, deseamos que tenga éxito: conocemos demasiado su
situación desesperada, que sin embargo no es distinta a la de los otros
depredadores. El mensaje sería más o menos este: yo soy el bueno, “el lindo”, el
otro es el malo, el “feo”, un mal necesario en el equilibrio ecológico. Por eso
no se nos entretiene demasiado con las focas, no sería bueno que nos
encariñáramos mucho, antes de verlas despedazadas por el tiburón[8].
La
naturaleza clásica
Una de
las peores elecciones que tomaron los realizadores es haber dejado de lado completamente
al ser humano y su interacción con la vida silvestre. Nos muestran una
naturaleza “pura” y “limpia”. No hay una hoja de árbol o una brizna de hierba
que desentonen con el resto de la “escenografía”: es una naturaleza idealizada
casi aséptica, cortada y amputada, pero se nos muestra dando una impresión de
completud, tanto es así que el título de la obra es La Tierra.[9]
Lo malo de todo esto es que nos deja la sensación de que el ser humano es lo
“otro”, lo “opuesto” al mundo silvestre; de que no formamos parte de ese mundo,
de que nuestro único lugar es la gran urbe y que fuera de ahí no podemos
existir. Más allá de las intenciones ambientalistas de los realizadores[10],
es muy difícil querer como propio algo que se nos muestra tan ajeno.
El
estilo clásico, en cine, fue desarrollado en los últimos quince años del
período mudo y prolongado hasta nuestros días fundamentalmente por Hollywood. Uno
de sus elementos fundamentales es el concepto de “transparencia” que consiste
básicamente, en una serie de reglas destinadas a ocultar el aparato
cinematográfico. El propósito es convertir a la pantalla en una ventana a otra
realidad, en una mirilla que nos permite ver los hechos desde un ángulo
privilegiado y unívoco: lo que vemos es lo que ocurre y no hay otra verdad
sobre eso que ocurre. Sin embargo, todo lo que hay en la pantalla es una
construcción artificial en la que se cuida obsesivamente hasta el último
detalle: vestuario, escenografía, iluminación, sonido, montaje, etcétera. En un
documental se trabaja sobre los ángulos, encuadres, movimientos de cámara, el
montaje (por supuesto) y la narración que acompaña a las imágenes. En este
caso, la obsesiva exclusión de cualquier cosa que tenga que ver con el ser
humano, deja en claro un hábil trabajo de encuadre (por lo menos en las zonas
boscosas y tropicales).
Por el
contrario, muchos documentalistas rompen con la transparencia, a veces, desde
el principio mismo de la obra, mostrando el aparato de producción, lo que suele
llamarse “puesta en abismo”. El artificio se puede evidenciar de diferentes
maneras, desde la aparición en el cuadro de partes del aparato de filmación,
hasta una simple mirada a cámara (lo que hacía el extinto Cazador de Cocodrilos).
Los
créditos finales están acompañados con escenas del making of ¡De repente aparecieron los seres humanos! Estaban ahí
mismo, detrás de las cámaras, a metros de los animales que retrataban. Pero ya
es demasiado tarde y la puesta en abismo quedó hábilmente fuera del discurso,
dando la impresión de que están ahí solo para que no pensemos que estamos
viendo un documental de hace veinte años[11].
Hay
dos características básicas de las producciones Disney a lo largo de toda su
historia (con rarísimas excepciones): una impactante calidad visual puesta al servicio
de un discurso ultra conservador, que algunas décadas atrás podría estar más o
menos acorde con el momento pero hoy en día es decididamente retrógrado.
Pretender hacer una reproducción de la realidad, ocultando el exhaustivo
trabajo de manipulación (un viejo truco del cine clásico), es algo, ya pasado
de moda. La Tierra es una película hecha para generar
conciencia ecológica pero ¿puede una obra como esta generar conciencia? Y
además ¿cómo se puede generar conciencia en un público (el consumidor típico de
los productos Disney) que quedó demasiado traumado con el drama de Bamby y ya no quiere experiencias tan fuertes?
Bibliografía (marco teórico)
AUMONT, J.; BERGALA, A.; MARIE, M.; VERNET, M.:
“El filme como representación visual y sonora”, “El montaje” en Estética del cine.
BORDWEL, D.: “La narración clásica”, “El espacio
en el cine clásico” en El cine clásico de
Hollywood.
CASETTI, F.: “La figura del espectador” en El film y su espectador.
GAUDREAULT; JOST, F.: “El punto de vista” en El relato cinematográfico.
METZ, C.: “Cuatro pasos en las nubes” en La enunciación impersonal.
[1] Impulsado por el senador norteamericano Gaylor Nelson, se celebra en
alrededor de ciento setenta países.
[3] Plano que retrata a los objetos desde arriba, en forma vertical.
También se conoce como “ojo de águila”.
[4] Actor estadounidense. Por su tono grave y claro hizo muchos trabajos
de locución y puso su voz a varios personajes animados.
[5] Capitán de los Pumas. Afortunadamente no se sabe de ningún locutor al
que se le haya ocurrido integrar la selección nacional de rugby.
[6] Uno de los más grandes locutores argentinos. En los 80s y los 90s puso
su voz a El Show de Benny Hill,
Readio Continental, ATC, Héroes (La
película sobre el mundial ’86), la ya menciona La Aventura del Hombre y una interminable lista de cortos
publicitarios.
[7] En la época del mudo, muchos cines contaban con la presencia de un
comentador que presentaba el film y narraba sobre las imágenes.
[8] Recursos como la distanciación y el extrañamiento, tan antiguos como la Tragedia Griega, estudiados y
refuncionalizados por B. Brecht, tienen como objetivo evitar la identificación
por parte del espectador.
[9] Como no muchas veces ocurre, coincide con el título de la edición
original: Earth.
[10] “Disneynature es un concepto que pretendemos desarrollar en todo el
mundo a lo largo de los años y esperamos que estos filmes contribuyan a una
mejor comprensión de la belleza y fragilidad de nuestro mundo natural” (Robert
Iger, presidente de Walt Disney, extraído de
www.hoycinema.com/actualidad/noticias).
[11] La Tierra no es ni más ni menos que una reducción
a 100 minutos aproximadamente de la serie Planet
Earth que, libre de la mano de Disney (solo está producida por BBC y
Discobery Channel), no se priva de mostrar escenas con humanos, de mencionar
problemas ecológicos ni de interpretaciones mucho menos melodramáticas de las
imágenes. Estas partes, claro está, quedaron fuera del resumen.